lunes, 23 de enero de 2012

Dame tu camiseta

No fue un domingo cualquiera, me levanté temprano, desayuné, vi las noticias por la televisión y salí a comprar el periódico, hasta aquí todo muy normal. La anomalía llegaba, en que en esa mañana luminosa del mes de enero jugaba mi equipo. Después de todo lo anteriormente citado, me dirijo al estadio, como es de costumbre una hora antes del comienzo del encuentro con mi camara al hombro. Pese el rifirafe con el portero por una confusión absurda, entré por la puerta 01, y al llegar al cesped observé el estadio semivacío, era interesante el contraste del azul radiante del cielo, el verde oscuro del cesped y el blanco de los asientos. La hora del comienzo del choque se iba acercando, con los rituales habituales, salida de los jugadores al terreno de juego, bufandas en todo lo alto, el saludo entre capitanes, y un silencio casi sepulcral por el fallecimiento de la madre de un jugador. Al comienzo del partido me dirijo a mi sitio de siempre, observé la grada y me fijé en un niño con un cartel entre sus manos, en el que se leía "Borja, quiero tu camiseta", pasaban los minutos y el chaval no descansaba sus frágiles brazos, y seguía manteniendo sus brazos en tensión con el citado cartel y sin dejar de observar al habilidoso jugador. A esto, que al finalizar la primera parte del choque, me dirijo a el y le pregunto sobre el texto, el niño tímidamente me responde que su ídolo es Borja, que su ilusión es que le de su camiseta y que se haga una foto con el, que en su colegio se burlan de el cuando dice que su ídolo es un jugador del Córdoba y que no es ni Messi, ni Cristiano.
A día de hoy creo que el objetivo de mi equipo, el de mi ciudad, por el que sufro, disfruto y me enojo, ha sido cumplido con creces, porque gane, pierda o empate, ha logrado crear ilusión, sobretodo a los ojos de un niño.

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