miércoles, 2 de octubre de 2013

"Tomar el alfil"

 
 
Cuenta la antigua historia de nuestro pueblo que durante mucho tiempo existió en Córdoba una curiosa tradición que al final ha desaparecido sin saber nadie cómo ni por qué.
 
La víspera de la noche de San Juan, la noche del fuego, de la luz y del jolgorio, empezaba la fiesta; en las plazas de la ciudad y en los cruces de las calles más anchas y concurridas se hacían hogueras con muebles viejos, trapos, maderas y cuantos desechos se habían recogido y guardado los días anteriores con este fin; las señoras prendían luces en las puertas de sus casas y las jóvenes casaderas, para atraer y mantener el amor, decían ellas, se mojaban todo el cuerpo o se bañaban, casi a escondidas, en el llamado "tablazo de las mujeres" en el Guadalquivir, ante la sospecha, guardia y curiosidad de los jóvenes pretendientes.
 
Después de todos estos rituales, cuasi iniciáticos, se organizaba espontáneamente una inmensa ronda o velada que se extendía por toda la ciudad. Era esta la gran noche de la juventud y del amor. Todos los jóvenes enamorados, o no, se echaban a la calle y en ella esperaban alegremente el amanecer del día de San Juan, y a esto se llamaba "ir a tomar el alfil".
 
Los jóvenes más afortunados tenían permiso para permanecer fuera de casa toda la noche, los varones la dedicaban a pasear, mirar las bellezas que se asomaban a las rejas de sus ventanas llenas de macetas florecidas y a citarse con sus amores casi secretos hasta esta noche. Las damas desde sus ventanas asistían a la ronda complacidas y alegres y desde allí obsequiaban con dulces y bebidas a todos los que se acercaban a verlas, saludarlas y, si era el caso, intercambiar unas palabras de amor.
 
Cada año el amanecer del día de San Juan sorprendía a toda aquella multitud festiva paseando por la calle de la Feria y por la Ribera; apenas salía el sol se disolvía la verbena poco a poco y quedaba cumplido el mito de "ir a tomar el alfil" hasta otro año.
 
 
 


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