sábado, 4 de junio de 2011

La Corredera, escenario de ejecuciones

Durante siglos ha sido éste el lugar en que se efectuaban las ejecuciones de los sentenciados a la última pena en horca o garrote impuesta a los reos por los tribunales respectivos. El autor de los Casos raros nos cuenta una que por lo ingeniosa merece consignarse.
* En 1574 cometió cierto crimen un ahijado de don Enrique Guzmán, caballero muy principal en ésta, quien, queriéndolo librar de la muerte, llamó en secreto al verdugo, y dándole una gruesa cantidad le exigió la salvación de aquel desgraciado. Convinieron en ello, y metiendo los cordeles que habían de servir para la ejecución en un horno, los tuvo allí hasta que se pasaron, de modo que al lanzarse con el reo desde la horca se rompieron, cayendo ambos al suelo. Entonces se echaron sobre él los hermanos de la Santa Caridad y entablaron competencia con la justicia, que pretendía se llevase a cabo la sentencia que por lo pronto se suspendió. Don Enrique, deseando evitar mayores males -porque prendieron al verdugo, que confesó su estratagema-, se marchó a Madrid y contó francamente lo ocurrido al rey, quien, haciéndole gracia el ardid, los perdonó a todos, mandando concluir el proceso.
* Otras dos ejecuciones del siglo XVI encontramos en cierto manuscrito, ambas dignas de reseñarse por considerarlas curiosas. En 1580 sufrió la muerte en horca un soldado que habiendo tenido cuestión con una mujercilla de mala nota, con quien sostenía relaciones amorosas, la sacó al campo y la mató, cortándole además los pechos y haciendo con ella otras atrocidades por el estilo. Sentenciado a la última pena mostró su arrepentimiento, ansiando recibir la comunión, que le negaron, según costumbre hasta entonces. Pero el rey Felipe II, a quien consultaron, resolvió en sentido afirmativo y por consiguiente éste fue el primer desgraciado de esta clase que recibió dicho consuelo.
* El otro caso ocurrió en 1599. Un caballero de Córdoba, muy conocido por su apellido y ascendencia, fue sorprendido por la autoridad fabricando monedas falsas, operación a que le ayudaba su lacayo, al que ahorcaron en la Corredera, salvándose el primero con sólo una sentencia de destierro, lo cual muestra que ya entonces imperaba el favoritismo, puesto que se hizo el escarmiento en el infeliz que no había hecho otra cosa que obedecer las órdenes de su amo, principal perpetrador de aquel crimen.
* En los papeles procedentes de la hermandad de la Misericordia -que se servía en un hospital de la calle de Mucho Trigo, y que refundida en la de Santa Lucía, que se extinguió hace pocos años en la parroquia de los Santos Nicolás y Eulogio de la Ajerquía- hemos visto que su principal objeto era recoger y dar sepultura a los cadáveres de los infelices muertos por sentencias judiciales. Y entre los muchos apuntes que allí hemos examinado encontramos las ejecuciones siguientes en la Corredera: Juan Sánchez, 17 de diciembre de 1639; Rodrigo Guillén, 5 de julio de 1641; Juan Pérez, 5 de marzo de 1644 ; Juan Gil, 24 de junio del mismo; Pedro García y Pedro Quevedo, 11 de julio de ídem; Tomás González Bravo, 16 de noviembre de 1645; Juan Gil, 16 de febrero de 1647; Pedro Medina, Manuel Rodríguez y Tomás Pérez, 5 de abril del mismo; Alonso Gómez,3 de julio de ídem; Juan Ramos, 22 de septiembre de 1649; Juan de la Cruz, 13 de enero de 1652; Antonio de Rojas, 25 de enero del mismo; Domingo Fernández, 25 de julio de 1657; Alonso Martín Castellanos, 22 de julio de 1669; Pedro Rodríguez, 14 de agosto de 1671; Alonso de Benavente, 28 de agosto de 1653; Fernando Prieto, 12 de enero de 1656; Miguel Ramírez Sedeño, 11 de abril de 1674; José de Ramos y Luisa Estrada, en 3 y 7 de agosto de 1674; Fernando García, 18 de agosto de 1656; Juan Martín Peñalosa, 29 de marzo de 1677; Juan Díaz Capilla, 1 de junio de 1680; Baltazar de Herrera, 14 de marzo de 1686; Diego Rodríguez Barco, 20 de marzo de 1698; Manuel González, 29 de julio de 1699; Antonio Rodríguez, 20 de diciembre de 1688; Lucas Rojano, 24 de abril de 1703; don Juan García Cacoma, 28 de abril de 1707; Juan José de la Peña, 16 de diciembre de 1728; Alonso Garrote, 29 de abril de 1730; Manuel Ponferrada, Alonso Cabello, Francisco Javier y Ventura y Bartolomé Navarro, en 16 de marzo de 1739, y Juan Ramos, en 12 de noviembre de 1739.
* El verdugo o ejecutor, como en estos tiempos le llaman, ejercía por lo regular dicho oficio con 600 reales al año, y el de pregonero con 382; pero a la vez cobraba sus derechos, que debían ser convencionales, por la notable diferencia que en ellos hemos advertido en algunas cuentas del Ayuntamiento. En ellas consta que en 1780 era verdugo Juan Montano, el cual percibió la cantidad de 44 reales por la ejecución de dos reos, sentenciados por la Chancillería de Granada. Después, en 26 de octubre de 1782, ahorcó a un Bernardo García, y dio azotes a Salvador Moreno en virtud de sentencia del dicho tribunal, y en esta cuenta vemos que percibió 154 reales por sus derechos y otros 159 por los cordeles, soga, pañuelo y suela para la penca, nombre del instrumento con que daban los azotes; luego está probado que no eran fijos los derechos que aquéllos cobraban.


 

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